Que suene la música!

Hoy: Poets of the Fall - Everything Fades
*Ains*

miércoles, marzo 08, 2006

Palantir Paranoia

Hace algun tiempo, mi querida amiga Noe Izumi y una servidora aqui presente decidieron parodiar uno de los capitulos de El Señor de los Anillos. En concreto, el capitulo preferido de mi buena amiga: El Palantir ^^

Una parte la escribió ella, otra la escribí yo y así fue trabajo conjunto; espero que lo disfruten y se diviertan tanto leyéndolo como nosotras cuando lo escribimos XD:

~~~~~~~~~~~~~~~~~~

El camino proseguía lentamente, serpenteando por el valle. Ahora distante, ahora cercano, el Isen fluía por un lecho pedregoso y (y si no nos saltamos un par de párrafos, esto va a durar más que un programa de “Corazón, corazón”…)

Por fin hicieron un alto. Desviándose del camino principal, cabalgaron otra vez tierra adentro por las largas estribaciones herbosas. (Leñe, tanto rollo para qué… Habrá que resumirlo…)

En resumen: levantaron un campamento en una zona que no estuviese tan chunga para recostarse, porras, y encendieron una fogata para no helarse el trasero.

Organizaron turnos de guardia, de dos centinelas. Los demás, luego de comer, se envolvieron en las capas, y cubriéndose con una manta se echaron a dormir. Los hobbits se acostaron juntos (eh! Que nadie piense mariconadas!) sobre un montón de helechos secos. Merry tenía sueño (a esas horas y cabalgando tanto, quien no...) pero Pippin parecía ahora curiosamente intranquilo. Daba vueltas y vueltas, y el camastro de helechos crujía y susurraba.

-¿Qué cojones te pasa? - le preguntó Merry, al que con tanto ruidito no dejaba pegar ojo. - ¿Te has acostado sobre un hormiguero?

- No, tío... –dijo Pippin bruscamente- Pero es que estoy incomodísimo, ¿cuánto hará que no duermo en una cama decente?

- Da igual pesao, confórmate con poder dormir y dejarme dormir a mi... –refunfuñó Merry.

- Tuviste suerte, Merry... –suspiró Pippin- Tú cabalgaste con Gandalf...

Merry puso una cara digna de película muda. “¿Suerte?... Uy uy uy, a ver si este tío va a ser medio... ¬¬” - Bueno... y ¿qué? –preguntó disimulando.

- ¿No conseguiste sacarle información? –preguntó Pippin muy interesado.

-¿Tú quien te crees que eres, James Bond?...

Merry suspiró.

- Mañana si te da la gana, podrás cabalgar con el barbas, si crees que podrías sacarle alguna cosa, aunque sea a tortas, y eso si el te deja subirte con el al caballo.

-¡Coño, que bien! Pero es más cerrado que un candado oxidado, ¿no crees? Mucho Gandalf el blanco, pero sigue más arisco que si tuviese un puerco espín en los pantalones.

-¡Cómo no! Si todo viejales es un cascarrabias. De todas maneras, al mismo tiempo es más amable e inquietante. Mira si no al Saruman ese, antes era más poderoso que Gandalf y ahora es un mierda...

-No, mira a ver...

Pippin se quedó callado un instante.

- ¿Y que me dices de esa bola de vidrio? ¡Parecía tan contento al tenerla!...

- Nah hombre... Fijo que encuentras una en algún Todo-a-100-monedas-de-bronce de Bree...

- No se... Fue tan extraño... ¡A lo mejor es un diseño exclusivo de la Ágatha de la Pradera esa!... Sin embargo fui yo el que la cogió cuando rodó hasta el lago... Y ni un
“gracias” ni nada, ni siquiera me dio una moneda de recompensa... ¡Y la condenada bola esa pesaba más que un olifante en brazo!

- ¿Ya has olvidado lo que te pasó la última vez? Recuerda que meterse en asuntos de magos es un peligro... Ya sabes el antiguo dicho: “No te metas en asuntos de magos, o acabarás con el bastón cascado en la cabeza!"

El pobre Pippin se frotó la cabeza dolorida... ¡como si no se supiera el ya ese dicho!...

- Pero Merry, si no hacemos más que meternos en asuntos de magos... ¿por qué crees que estamos aquí ahora helándonos el culo de frío?! Además... Me gustaría tanto echarle un ojo a esa bola... Era tan atrayente, con ese brillante y oscuro vidrio... ¡En mi salón quedaría preciosa!

- Joer, duérmete de una vez!... –gimió Merry- ¡Mañana hablamos de todas las bolas que quieras!...

- Pero Merry... –continuó Pippin- ¿es que no tienes buen gusto por la decoración? Claro que si. ¡Quedaría muy bien decorando mi salón, va listo si se la quiere quedar él...! ¿me estas oyendo? ¡¡pero será... ¡Merry! ¡¿Si no se ha dormido?! ¬¬ ¡¿Sabes que no me ayuda nada de nada oírte decir todo el rato chincha-rabiña-no-puedes-saberlo-así-que-fastídiate-y-duérmete?! ¡Merry! ¡No me hagas esto!

Pippin no tuvo más remedio que callarse cuando uno de los guardias le tiró una piedra que casi le da en la cabeza. Luego vio a uno de los guardias coger otra piedra, resbalar y quedarse inconsciente por el impacto de la misma piedra que sujetaba. Ilúvatar en persona se estremecería. Otro guardia le lanzó otra piedra, pero falló.

A regañadientes, se quedó quieto en la cama, inmóvil, más tieso que un palo de golf, pero por muchas vueltas que daba no conseguía dormirse ni con veinte kilos de valeriana... Por culpa de los terribles y escandalosos ronquidos de Merry, que se había dormido unos pocos segundos antes de que le soltaran la pedrada. Volvía a pensar en el globo oscuro de Gandalf, en lo bien que quedaría en su salón y en las pocas ganas que tenía de gastarse dinero en uno... ¡Que se lo gaste su tía! Pudiendo él quitárselo sin más...

Finalmente, no aguantó más los ronquidos de Merry, que más que parecer un hobbit durmiendo a pierna peluda suelta se preguntó si no se habría tragado una moto...

Se levantó y miró alrededor suyo. El guardia de la pedrada seguía tirado en el suelo. Tenía más frío que un hombre del este en el Caradhras y se arrebujó en la capa. No vio a los guardias: el tonto de la pedrada seguía “k.o”. y el otro había dejado lo de las piedras porque no era lo suyo. El impulsivo hobbit se acercó con sigilo a donde Gandalf dormía. Se sentía tan atraído por aquella bola negra mucho, como la trucha al trucho... Miró a Gandalf. El mago dormía a pierna suelta y también parecía haberse tragado algo que hiciera mucho ruido. Se preguntó si no sería una epidemia o algo así.

Conteniendo el aliento, Pippin se acercó paso a paso, cosa que con pies de Hobbit acortaba la distancia, seguramente por eso los hobbits no usaban calzado, porque se arruinarían al comprar un solo par con semejantes pies. Entonces lenta e inexorablemente, cogió el bulto que estaba al lado de donde dormía Gandalf, envuelto en tres trapos, y encima sucios, estaba la esfera oscura. Tras pensar detenidamente se le ocurrió una cosa, al principio le pareció una gilipollez, pero era la más efectiva que se le ocurría, bueno, y de paso la única. Envolvió una piedra cercana en un par de trapos, con esfuerzo levantó el peñasco y se había pasado, del esfuerzo casi se caga en los pantalones. Cogió una algo más pequeña, en parte porque con tanto peso como que no podía, y en parte, porque si cogía un peñasco más grande que la esfera de cristal ahumada, el barbas se daría cuenta.

La dejó con habilidad en el lugar de la esfera, cogiendo la misma lentamente, cuando el mago se volvió, Pippin cayó de culo al suelo de la impresión, pensando que le había pillado, cuando vio que el mago ponía una mano en la piedra envuelta y se metía el pulgar de la otra mano en la boca, y murmuraba:

-Mmmmm... no mamá... hoy no quiero ensañar trucos de mago... hoy me quiero quedar en la camita con mi osito Chufli...

Pippin lo miró con una cara de incredulidad impresionante, lo mandó al carajo con sus idioteces.

Entonces miró por fin el objeto que acaba de desenvolver. Era el mismo: una tersa esfera de cristal, ahora oscura y quieta, inmóvil y desnuda... Uf, si fuese la Galadriel, ni te cuento...

-Pedazo de idiota... – Murmuró Pippin para sí entre dientes. – Como el viejo se entere de la que has formado, va a sacarle brillo al bastón en tu cabeza, te va a dejar el cráneo abollado... Lo que jode es que si ahora me vuelvo a acercar al barbas para devolverla, como que se va a espabilar y me espabila a mi de una leche en todos los morros... De todas maneras será mejor que me relaje un poco, además, he logrado la esfera, jijiji, voy a echarle un vistazo, no sea que esté rota o algo así.

Se alejó un buen trecho sin hacer ruido y se sentó sobre un montículo verde, con la luna asomada desde el borde del valle.

Pippin sentó el trasero con la esfera entre las rodillas levantadas, se inclinó sobre ella como si fuese un huevo de pascua, de chocolate, y le fuera a meter un bocado, apartó la capa que le dieron en el Corte Lothlorienés y miró. La esfera estaba oscura, como el sobaco de un orco, y no le veía nada de raro, igual es que el viejo era simplemente un cleptómano o así, porque no sabía a que venía tanto escándalo con la bola esa, algún valor tendría y el hobbit estaba dispuesto a averiguarlo.

De súbito, una llama tenue se encendió y se agitó en el corazón de la esfera, atrayendo la mirada de Pippin, de tal modo que no le era posible desviarla, ¡Ni que hubiera visto en ella a Arwen duchándose! El globo parecía arder, las luces dentro de la esfera daban vueltas, el hobbit estaba seguro de que no había fumado nada de hierba de la Comarca para ver semejantes colorines.

-Quizás... quizás sea algo para comunicarse con los demás... Intentaré establecer contacto sabiamente...

Se concentró, pensó en las palabras adecuadas para hablar con quien fuese y las soltó.

-¡Hola, hola caracola! ¿Hay alguien ahí?

De pronto lo vio, algo rojo que crecía en el interior de la esfera, la mirada de Pippin se clavó allí, no podía soltar la esfera aunque quisiera, cuando vio el ojo de Sauron, que le habló.

-¡¿QUIÉN COJONES LLAMA A ESTAS HORAS?!

-... – Del susto, el hobbit enmudeció.

-¡¿QUIÉN ERES?!

-Un... un hobbit...

-¡¿Y TE PARECE BONITO LLAMARME A ESTAS HORAS, SO CAPULLO?! PARA UNA VEZ QUE LOGRO “PEGAR OJO” DESDE HACE TIEMPO, ¿SABES LO JODÍO QUE ES DORMIR SI NO SE TIENE PÁRPADO? ¿ACASO TE LLAMO YO PARA DARTE POR CULO A TU CASA? ¿EH? ¿EH?

-Es que yo... Saruman...

-¡SARUMAN! POR MÍ, QUE HAGA LO QUE LE DE LA GANA, ¿ME OYES? ¡QUE HAGA LO QUE LE DE-LA-GANA, PERO QUE ME DEJE DORMIR, JOER, DILE ESO SOLAMENTE!

Con un grito desgarrador, Pippin cayó de espaldas y quedó tendido, más inmóvil que un gato de escayola. El grito despertó a toda la peña, que se acercó la mayoría a ver que puñetas pasaba que no se podía sobar a gusto.

-¡Miren al ladrón de mi osito Chufli... digo... de... bueno lo que me robó, joer! ¡Y tenías que ser tu, Pippin, como no! Si no haces esto, revientas, ¿no es así?

El hobbit yacía tumbado hacia arriba, con los ojos perdidos, que parecían sin vida, y soltando espuma por la boca.

-Me cago en la leche... ¿Qué daño habrá causado, a él mismo y a todos nosotros? – El semblante del mago estaba tenso, como si se estuviera aguantando las ganas de hacer pis.

Tomó la mano de Pippin y se inclinó sobre el, los que estaban más cerca ya les parecía que el tal Gandalf era un poco rarillo, pero tanto, tanto... Gandalf puso la mano sobre la frente del hobbit, el cual se estremeció, y sus ojos se cerraron, gritó y se sentó, y al ver el careto de Gandalf quiso salir por patitas para que os quiero, se imaginaba la que le iba a caer por chorizo.

-¡¡SARUMAN! POR MÍ, QUE HAGA LO QUE LE DE LA GANA, ¿ME OYES?! -gritó con una voz tan aguda que parecía una nena, apartando a Gandalf de tal manotazo que el viejo por poco se cae de culo- ¡QUE HAGA LO QUE LE DE-LA-GANA, PERO QUE ME DEJE DORMIR, JOER, DILE ESO SOLAMENTE!... –luego trató de ponerse en pié y escapar, pero Gandalf le retuvo agarrándole por la bufanda y un poco más no lo estrangula, el hobbit tuvo que pararse jadeando y tosiendo como si se le fuera la vida en ello.

-¡Peregrin Tuk! ¡Vuelve aquí o te hago crecer a base de chichones!

Una vez recuperó el aliento, se dejó caer sentado y tomó la mano del mago, en plan suplicante.

- ¡ Gandalf! –gritó- ¡Gandalf, perdóname!

- ¿Qué te perdone? ¡Dime primero que has hecho y ya veré si te perdono o te muelo a bastonazos!

- Yo... Te cogí prestada la bola, prestada, créeme, no pensaba ponerlo en mi salón ni nada de eso... Y la miré... Y vi cosas horripilantes, y vino él y me empezó a gritar y no me dejaba ni hablar, y, y... ¡no se nada más!...

- ¿Pero que fue lo que viste y que te dijeron? ¡Habla!

Pippin cerró los ojos temblando, podría ser que tuviera miedo; o eso o que se estaba helando el culo de la rasca que hacía, y no contestó el pedazo de gallina. Todos le miraban callados la boca, excepto Merry, que estaba medio adormilado y no se estaba enterando de mucho. La expresión de Gandalf todavía era dura e inflexible, mostrando que era un hombre y le ponía cojones al asunto, ¡si señor!

-¡Habla de una puñetera vez! –dijo.

En voz baja y vacilante, el hobbit empezó a hablar de nuevo y poco a poco las palabras se hicieron más firmes y claras, ya no balbuceaba como una nena.

-Vi un cielo negro, murallas altísimas – dijo-. Luego estrellitas diminutas; eso sí, con unos colorines fashion, fashion... – y lo decía todavía atemorizado-. Todo parecía que estaba lejos y al mismo tiempo tan cerca, sólido y a la vez nítido. Las estrellas aparecían y desaparecían (En esta parte, todos creían que lo que el hobbit había visto era una nube de luciérnagas y se estaba comiendo el coco con tan poca cosa.), luego unos bichos alados, más feos que un troll y un orco juntos. Creo que eran muy grandes; pero en la bola esa tipo Lola Montero yo las veía como murciélagos que revoloteaban alrededor de una torre. Serían nueve, más o menos; Blancanieves, los siete enanitos y el príncipe, nueve en total, vamos, pero no eran ellos. Una de aquellas criaturas bajó directamente hacia mí y era más y más grande a medida que se acercaba. Tenía un horrible... no, no lo puedo decir.

Algunos de los que observaban murmuraban entre sí, si el hobbit no habría estado fumando hierba de la comarca esa famosa y ahora tendría un pedo descomunal. Pippin siguió con su horrible relato, algunos aprovechaban la emocionante historia para dormir, como cuando sus mamis les contaban un cuento.

-Quise huir, porqué pensé que me darían una tunda y saldría volando fuera de la bola; y cuando la sombra cubrió toda la esfera, desapareció. Entonces vino él. Y no, no era David Bisbal. Parecía legañoso y no hablaba con palabras. Pero me miraba y yo le entendía.

-¡¿QUIÉN COJONES LLAMA A ESTAS HORAS?! – Me gritó. Del susto enmudecí, y al negarme a hablar, me preguntó:

-¡¿QUIÉN ERES?! – Tampoco respondí esa vez, pero me costaba mucho callar, y él me apremiaba, tanto que al fin dije:

“Un... un hobbit...”

Entonces fue como si pudiera verme, parecía que me asesinaba con la mirada, del ojo surgían unos colorines de lo más horteras, oyes. Era terriblemente cruel. Yo me sentía como si estuviera tragándome el programa de la María Teresa Campos; quise escapar, pero el me dijo:

-¡¿Y TE PARECE BONITO LLAMARME A ESTAS HORAS, SO CAPULLO?! PARA UNA VEZ QUE LOGRO “PEGAR OJO” DESDE HACE TIEMPO, ¿SABES LO JODÍO QUE ES DORMIR SI NO SE TIENE PÁRPADO? ¿ACASO TE LLAMO YO PARA DARTE POR CULO A TU CASA? ¿EH? ¿EH? – Solo pude balbucear lo último que recordaba y dije:

“Es que yo... Saruman... “ Luego siguió gritándome:

-¡SARUMAN! POR MÍ, QUE HAGA LO QUE LE DE LA GANA, ¿ME OYES? ¡QUE HAGA LO QUE LE DE-LA-GANA, PERO QUE ME DEJE DORMIR, JOER, DILE ESO SOLAMENTE!

Entonces me miró con desahogo por tanto grito. Me pareció que me estaba cayendo en pedazos, como si me hubiera bebido cerveza de la comarca por litros y ahora tuviese una resaca de las históricas. ¡No, no! No puedo decir nada más, porque no recuerdo más.

-¡Mírame! – Le dijo Gandalf.

Pippin miró al mago a los ojos. El tipo le sostuvo la mirada un momento, como si jugase a ver quien aguantaba más rato sin parpadear. Luego el rostro tomó un tizne dulce y le sonrió emocionado. Le acarició la cabeza.

-¡Oiiiiiiiiiih, que monadaaaaaa, tiene ahora mismo los ojitos de mi osito Chufli!

Todos los presentes estallaron en un “Ohhhhh” emocionado. Pippin tuvo miedo de que de repente todos se le acercaran y le cogieran de los mofletes... Solo con ver la cara de lelo con la que le miraba Gandalf...

- Bueno, bueno, venga, te perdono por esos ojos de cachorrito que tienes... –dijo el mago- ¡No digas más! No has sufrido ningún daño. No ocultas la mentira en tus ojos –y por un instante se le quedó mirando de nuevo, y Pippin puso cara de circunstancia y retrocedió; a ver si iba a empezar a tenérselo muy creído y a presumir de ojazos... (XD)- Menos mal que él no te abroncó mucho tiempo. Eres un tonto del culo, pero un tonto muy honesto, Peregrin Tuk, además de adorable. Otros más sabios hubieran salido hechos una mierda de un trance como este. ¡Pero no lo olvides! Te has salvado tú, y tus amigos, por una potra que no veas, como suele decirse. Pues no solo quería información, te quería a ti, quería disponer de ti en la Torre Oscura... ¡No tiembles! –añadió al ver la cara de cagao que se le había puesto al hobbit- Si te da por meter las narices en donde no te llaman, tienes que atenerte a las consecuencias sin ponerte como una nena. ¡Tranquilízate! Todo pasó ya, te perdono. Las cosas podrían haber sido peor...

Levantó al hobbit con delicadeza, pero casi se deja la espalda en el intento, y lo llevó a su camastro. Merry refunfuñó y medio soñoliento, se desperezó y se sentó junto a él.

- Acuéstate y descansa, Pip –dijo Gandalf- Confía en mi... Y si vuelves a sentir un cosquilleo en las palmas, ¡avisa! Esas cosas tienen cura: un buen bastonazo. ¡Al menos te llevarás uno como se te ocurra volver a ponerme una piedra debajo del hombro!

El mago volvió a donde estaban los otros, junto a la esfera en la que el cagica del hobbit había alucinado en technicolor.

-El peligro llega por la noche, justo cuando uno trata de sobar a gusto, no te jode... y de buena nos hemos librado.

-¿Cómo esta ese hobbit de ojitos de cachorrito? – Preguntó Aragorn, al que el hobbit y su mirada también le recordaron a un osito que tuvo de pequeño.

- Creo que en breve ya estará de puta madre otra vez – Respondió el barbas -. No lo retuvieron mucho tiempo y los hobbits tienen una capacidad de recuperación tan increíble como la de Lobezno. El recuerdo de las visiones y todas las demás mariconadas no tardará en largársele. ¿Quieres tu llevar el peñasco de Orthanc y custodiarla, Aragorn? Es una carga peligrosa... y de paso pesada como la mierda de caballo.

-Peligrosa si parece, si... mas no para todos – dijo Aragorn-. Hay alguien que puede pedirla para el toda, porque este es sin duda alguna el palantir de Orthanc, ¿a que sí? Si es que no se me escapa una, ¡soy el mejor! En fin, se aproxima mi hora, la llevaré.

Gandalf miró a Aragorn y luego, ante la cara de pasmarotes de todos, salió un letrero luminoso de entre las hojas de lo árboles y Gandalf parecía un presentador de concurso, con la piedra envuelta en la capa y se acercó a Aragorn con cara de estar fumao.

-¡CORRECTO! Acertó, como premio, recibe la piedra esta, en prenda de otras cosas que te serán entregadas, pero más adelante. – El letrero luminoso desapareció, la escena volvió a quedarse, aparentemente seria y el viejo continuó hablando, ahora con cara de vinagre-. Si me permites decírtelo, bueno, lo diré de todos modos, ni se te ocurra usarla, que te puedes llevar un susto.

-Oye, abuelo, que yo no he sido precipitado ni imprudente, yo, que he esperado y encima preparado durante tantos años. – Respondió Aragorn.

-Bueno, pues en ese caso, no se te ocurra meter la pata al final del camino. De todas maneras, guárdala en secreto. Tanto tú como los otros aquí presentes ahora. El hobbit no debe saber a quien le he ha sido confiada la piedra, se podría sentir tentado de volverla a mirar. Porque ¡ay!, la tuvo en las manos y no se le ocurrió otra cosa que hacer la gracia de mirarla dentro, si es que cosa que les prohíbes, allí meten la pezuña los muy entrometidos... No tenía que haberla tocado en Isengard y yo no fui lo suficientemente rápido; aparte de porque me dolían los juanetes, estaba ocupado con Saruman y no me di cuenta de que era la piedra esta hasta que ya era tarde. Pero ahora estoy seguro. No hay ninguna duda. – Y se puso serio, para darse interés.

-Hombre, que sea el palantir no hay ninguna duda, mira por donde, hemos descubierto como se comunicaban Isengard y Mordor. – Dijo Aragorn, algo mosca porque el viejo acaparase toda la atención de los que estaban alrededor.

-Joder, si que tienen poderes extraños nuestros enemigos, tío. – Saltó de golpe Théoden. – Pero bueno, como dice un antiguo proverbio: el daño del mal recae a menudo sobre el propio mal.

Más de uno lo miró a punto de reírse por la cursilada rara que acababa de soltar.

-Tampoco es la primera vez que pasa... – Dijo Gandalf encogiéndose de hombros-. De todas maneras esta vez hemos sido más afortunados que si nos hubiera tocado el ‘Gordo de la Lotería de Hobbiton’. Es posible que el hobbit, con su imprudencia y estupidez me haya salvado de meter la pata hasta el culo. Me preguntaba si no tendría que estudiar yo mismo la esfera y averiguar para qué la usaban. De haberlo hecho, el Ojo ese se hubiera dado cuenta de mi presencia, y como no estoy preparado – ni quiero estarlo, oyes – para semejante prueba... Además, con la de espantos que vio él, no son ganas de verlo, ¿que miedo me daría! Y sin mi osito Chufli conmigo... Sería un desastre que Él me viera, porque no estoy arreglado... por el momento será mejor que no sepa de mi presencia, hasta que llegue el momento en el que el secreto ya no sirva para nada.

-Creo que esa hora ha llegado, tampoco vas tan horrible, hombre... – Dijo Aragorn.

-¡Que no, leche, todavía no! – Dijo nuevamente el Mago -. Aún queda un corto período de incertidumbre que hemos de aprovechar. Seguro que el enemigo pensaba que la piedra todavía estaba en Orthanc, donde el hobbit estaba prisionero y el bobo de Saruman lo obligaba a mirar la esfera para torturarlo. – El mago pensó “Qué bien me ha quedado el discursete, los tengo asombrados, jeje” – La mente tenebrosa estará distraída ahora con el recuerdo de la cara y voz de Pippin, que con esos ojos de cachorrito que pone, como para no hacerlo. – Aquí los demás suspiraron al recordar los ojitos del hobbit antes. – Estará ocupado con el tema de tenerlo pronto con él, para ver cuando le plazca esa miradita de peluche. Seguramente tardará en darse cuenta del error y ahí nos aprovecharemos nosotros. Nos lo hemos tomado todo con demasiada calma y ahora tenemos que movernos con velocidad, como si nos hubiéramos sentado en un cactus berberisco y necesitásemos agua para refrescarnos las posaderas. Las cercanías de Isengard no son un lugar adecuado para retrasarnos. Yo partiré de inmediato con Peregrin Tuk. Será mejor para él que estar tendido en la oscuridad mientras los otros duermen.

Los demás pusieron cara de fastidio, que rabia, ahora Gandalf tendría para el sólo la mirada de peluche adorable de Pippin.

-Yo me quedaré aquí con Eomer y diez de los caballeros – Dijo el Rey, harto de llevar tanto rato callado-. Saldremos al amanecer. Los demás escoltaran a Aragorn y podrán partir cuando lo crean conveniente... bueno, siempre y cuando no quieran hacer una parada para hacer aguas menores...

-Haya tú – dijo Gandalf-. ¡Pero oye, intenta llegar lo antes que puedas al refugio de las montañas, al Abismo de Helm, y procura parar lo menos posible a hacer aguas menores de esas. – Sí, si... y el propio Gandalf se estaba meando y tenía que partir ahora; lo que eran las ganas de aguantarse los sufrimientos, mira por donde.

En ese instante, una sombra que parecía la de Batman, pero a lo bestia, cruzó bajo el cielo ocultando de pronto la luz de la luna y jodiéndoles la vista a más de uno, que en ese instante hubiesen querido tener la visión penetrante de los elfos, para no estamparse contra un árbol en la oscuridad, claro; no por otra cosa. Algunos caballeros chillaron como nenazas y levantando los brazos se cubrieron la cocorota y se encogieron como un vulgar cachorro de chucho pulgoso, como tratando de protegerse de un golpe que venía de lo alto: un pánico ciego y un frío mortal cayó sobre ellos, como si hubieran visto a un orco en pelotas. Cagados de miedo, alzaron los ojos. Otra vez la enorme figura alada que parecía Batman pasado de esteroides pasaba por delante de la luna como una nube oscura de las que anuncia el Hobbit del Tiempo cuando va a llover. La figura dio media vuelta y fue hacia el norte, más rauda que a un tipo al que lo llama la novia en camisón. Las estrellas se apagaban a su paso, posiblemente por falta de presupuesto, por falta de cálculo de Peter Jackson, y casi de inmediato, la sombra se esfumó.

Todos estaban ahora de pie, paralizados del miedo que estaban pasando, sobretodo porque sus mamis no estaban allí con ellos. Gandalf miraba el cielo, los puños crispados, y los brazos tiesos como un palo a lo largo del cuerpo, poniéndose en postura digna para impresionar a los demás.

-¡Nazgûl, mierda! – exclamó-. El mensajero de Mordor, La tormenta se avecina. ¡Los Nazgûl han cruzado el río, y no ha nado, precisamente!¡Partid, partid!¡Partid, cojones!¡No esperéis al alba como el que espera el olifante-bus!¡Que los más veloces no esperen a los más lentos!¡Partid de una vez, caray!

Echó a correr aguantándose los juanetes, y llamando a Sombragris. Aragorn lo siguió. Gandalf se acercó a Pippin y lo tomó en sus brazos, el Hobbit puso cara de pensar que definitivamente Gandalf era un poco rarillo.

-Esta vez cabalgarás conmigo – dijo-. Sombragris te mostrará cuanto es capaz de hacer, ¡con dos cojones! – Volvió entonces al sitio en que había dormido. Sombragris ya lo esperaba allí. Colgándose del hombro el pequeño saco que era todo su equipaje, el mago saltó a la grupa del caballo, del impulso casi se cae por el otro lado del lomo del corcel; pero aguantó el equilibrio y se irguió. Aragorn levantó a Pippin y lo depositó en brazos de Gandalf, envuelto en una manta como si de un bebé se tratara, le faltaba el chupete al pobre Hobbit.

-¡Adiós!¡Seguidme pronto! – gritó Gandalf -. En marcha, Sombragris.

El animal sacudió la cabeza, para quitarse el sueño de encima y tas un bostezo de cocodrilo, la cola flotó sacudiéndose a la luz de la luna, quedando una estampa ideal para un cuadro. En seguida dio un salto hacia delante, golpeando el suelo y desapareció en las montañas como un viento del norte, poema total, colega.

-¡Que noche tan hermosa y apacible! – Refunfuñó Merry al lado de Aragorn, cruzado de brazos y con cara de que quería dormir tranquilo. – Tiene una suerte que te cagas. No quería dormir y quería cabalgar con el barbas... ¡y ahí le tienes! En vez de convertirlo en estatua de piedra, o darle un bastonazo en toda la cabeza como escarmiento.

-Si en vez de Pippin hubieras sido tú el primero el primero en recoger la piedra aquella, ¿qué habría sucedido? – Dijo Aragorn-. Quizás hubieras hecho cosas peores...

-Eso, alégrame la noche encima, venga. – Gruñó el mediano.

-Venga, venga, que ahora te ha tocado a ti en suerte cabalgar conmigo, menos quejas que partiremos pronto. Apróntate y trae todo cuanto Pippin pueda haber dejado. ¡Venga, muévete, hop, hop, hop! – Dijo Aragorn dando palmadas para apremiar a Merry.

Sombragris volaba a través de las llanuras; no necesitaba que lo azuzaran o guiaran, ¡que tío el jodío caballo! En menos de una hora habían llegado a los Vados de Isen y los habían cruzado. El túmulo de los Caballeros, el cerco de lanzas frías y todas esas cosas, se alzaban gris detrás de ellos. Se ve que al caballo le daban forraje de 96 octanos.

Pippin ya estaba mejor del pedazo susto que se llevó antes. Ahora sentía un calorcillo rico, como si llegase el verano a la Comarca, pero el viento que acariciaba su rostro de peluche adorable era refrescante y vivo, como un refresco de cola; y cabalgaba con Gandalf. ¿Qué más podía pedir? El horror de la piedra y de la sombra inmunda que había empañado la luna se iba borrando poco a poco, como si fuese un trozo de mantequilla sobre un poco de pan que se estuviera comiendo, hum, que hambre sentía por cierto. Respiró hondo y se le ocurrió hablar un poco.

-No sabía que montabas a pelo, Gandalf. ¡No usas ni silla ni bridas! – Pensó que definitivamente Peter Jackson no tuvo muy en cuenta el presupuesto.

-Sólo a Sombragris lo monto a la usanza élfica – dijo Gandalf, con voz importante-. Sombragris rechaza los arneses y avíos: y en verdad, no es uno quien monta este caballo; es este corcel quien acepta llevarlo a uno... o darle una coz para que no monte. Y si no te da la coz, ya es suficiente. Es él entonces el que cuida que no te caigas de su grupa, a no ser que se te antoje saltar por los aires, claro.

-¿Vamos muy rápido? – Preguntó el mediano-. Rapidísimo de acuerdo con las leyes de montar y los límites de velocidad establecidos. Yo casi diría que, más que trotar muy deprisa, volamos demasiado bajo.

-Ahora corre como el que tiene una guindilla en el culo – Respondió el barbas-; pero esto no es muy rápido para él. El terreno se eleva un poco en esta región, más accidentada que del otro lado del río. ¡Pero mira como se acercan ya las Montañas Blancas a la luz de las estrellas!¡Que bonito, ¿no te parece?! Allá lejos se alzan como lanzas negras los picos del Thrihyrne. Dentro de poco habremos llegado a la encrucijada y al Valle del Bajo, donde hace dos noches se libró la batalla. Y no, por llamarse así no está lleno de enanos.

Pippin permaneció en silencio un rato. Oyó que el viejo canturreaba entre dientes y musitaba fragmentos de poemas en diferentes lenguas, como si le cantase una nana al Hobbit, mientras las millas huían a espaldas de los jinetes.

-¿Qué estás diciendo, Gandalf? – preguntó Pip levantando una ceja.

-Estaba recordando lo que me cantaba mi mamá... este... que diga... recordaba simplemente algunas canciones antiguas. Los Hobbits las habrán olvidado supongo, aun las pocas que conocían.

-Para nada. – Respondió el Hobbit, algo ofendido -. Y además, tenemos muchas canciones propias, que sólo se refieren a nosotros, y que puede que no te interesen. Por cierto, esta nunca la había escuchado antes. ¿De que habla...?¿qué son esas siete estrellas y esos siete pedruscos?

-Habla de los Palantiri de los Reyes de la Antigüedad – Dijo el barbas, alzando un dedo para explicar dándose más importancia.

-¿Y eso que es lo que es?

-El nombre significa lo que mira a lo lejos como si una dama se estuviera duchando en la ventana de enfrente. El peñasco de Orthanc era una de ellas.

-¡Joder! – Exclamó Pippin-. ¿Entonces no fue fabricada... por el enemigo?

-No. Ni por Saruman, ¿tu te los imaginas tallando una piedra semejante con un martillo y un escoplo? Me viene la risa solo de pensarlo. Ni la magia de Saruman ni de Sauron hubieran podido crear semejante trasto. Estas piedras provienen de Eldamar, de más allá de Oesternesse. Los hicieron los Noldor; quizá fue el propio Fëanor el artífice que los forjó, en días tan remotos que el tiempo no puede medirse en años y tampoco hay ganas para hacerlo, resulta muy cansado. Pero nada hay que Sauron no pueda utilizar para el mal. ¡Triste destino el de Saruman! Esa fue la causa de su perdición, ahora lo comprendo. Eso le pasa por imbécil. Los artilugios creados por un arte superior al que nosotros poseemos son siempre peligrosos. Y ahora ha de cargar con la culpa, ¡por bobo! Lo guardo en secreto para su propio beneficio, y jamás dijo una sola palabra a ninguno de los miembros del Concilio. Ni siquiera sospechaba que uno de los palantiri se había salvado de la destrucción de Gondor. Fuera del concilio ya nadie recordaba entre los elfos y los hombres que alguna vez existieron esas maravillas; excepto en un antiguo poema que las gentes del país de Aragorn recitan aún, seguramente por el ritmillo del mismo.

-¿Para que utilizaban los hombres de antaño estos pedruscos? – Inquirió Pippin, que ya que estaba allí, procuraría sacarle todo lo que pudiera al viejo.

-Para ver a la distancia y para hablar en el pensamiento unos con otros, aprovechando que la cobertura es enorme. – Respondió Gandalf -. Así fue como custodiaron y mantuvieron unido el reino de Gondor durante tanto tiempo. Pusieron piedras en Minas Anor, y en Minas Ithil, y en Orthanc en el círculo de Isengard; tras jugárselo a pares o nones. La piedra maestra y más poderosa fue colocada debajo de la Cúpula de las Estrellas de Osgiliath, antes que fuera destruida, una lástima porque lucía preciosa por lo que tengo entendido. Las otras estaban muy lejos. Donde, pocos lo saben hoy pues ningún poema lo dice, ya ves la puñetera gracia que hace el asunto. Pero en la casa de Elrond se cuenta que estaban en Annúminas y en Amon Sol, y que la piedra de Elendil se encontraba en las Colinas de la Torre que miran hacia Mithlond en el Golfo de Lune, donde están anclados los navíos grises.

>>De tanto hablar me voy a quedar sin saliva, pero bueno... continúo: Los palantiri esos, se comunicaban entre ellos, pero desde Osgiliath podían vigilarlos a todos a la vez, como si fuera una cámara de seguridad. Al parecer, pomo la roca de Orthanc ha resistido los embates del tiempo, el palantir de esa torre también ha sobrevivido. Pero sin los otros sólo alcanzaba a ver pequeñas imágenes de cosas lejanas y días remotos. Muy útil, sin duda, para Saruman; que es tan evidente, como que hizo el cretino, que él no estaba satisfecho. Miró y miró más lejos, como si tratase de ver a Galadriel durmiendo en camisón, hasta que al fin posó la mirada en Barad-dûr. ¡Entonces lo atraparon! ¿Quién puede saber dónde estarán ahora todas las piedras, rotas o enterradas, sumergidas en que mares profundo, o sirviendo de pisapapeles en algún escritorio o sala de estar? Pero una al menos Sauron la descubrió y la adaptó a sus designios. Sospecho que era la Piedra de Ithil, pues hace mucho tiempo Sauron se apoderó por toda la cara de Minas Ithil y la transformó en un sitio nefasto. Hoy es Minas Morgul. Encima le puso un nombre que da canguelo solo de oírlo, oyes.

>>ES fácil imaginar con cuánta rapidez fue atrapado y fascinado el ojo andariego de Saruman; por idiota, claro. Lo sencillo que ha sido desde entonces persuadirlo de lejos y amenazarlo cuando la persuasión no era suficiente. El que mordía fue mordido, el halcón dominado por el águila, la araña aprisionada por una tela de acero, y... y... no se me ocurren más comparaciones ingeniosas, leñe. Bueno, quien sabe desde cuándo era obligado a acudir a la esfera a ser interrogado y recibir instrucciones; y el peñasco de Orthanc tiene la mirada tan fija en Barad-dûr que hoy sólo alguien con una voluntad de hierro; y dicho sea de paso una cabezonería de las gordas, podría mirar en su interior sin que Barad-dûr le atrajera rápidamente los ojos y los pensamientos. ¿No he sentido yo mismo esa atracción? Aún ahora querría poner a prueba mi fuerza de voluntad, librarme de Sauron y mirar a donde yo quisiera, no te joroba... más allá de los anchos mares de agua y de tiempo hacia Tirion la Bella y ver cómo trabajaban la mano y la mente inimaginables de Fëanor. ¡cuando el árbol Blanco y el árbol de Oro florecían aún! Si es que soñar es gratis...

-Ojalá lo hubiera sabido antes – dijo Pippin avergonzado de haber querido poner esa piedra en su salón. – No tenía idea de lo que estaba haciendo.

-Sí que la tenías, tonto – dijo Gandalf -. Sabías que estabas actuando mal y estúpidamente, que hacías el idiota; y te lo decías a ti mismo, pero no te escuchaste. No te lo dije antes porque sólo ahora, meditando en todo lo que pasó he terminado por comprenderlo, mientras cabalgábamos juntos, como buenos colegas. Pero aunque te hubiese hablado antes, tu tentación no habría sido menos, ni te habría sido más fácil resistirle. ¡Que va, al contrario! No, una mano quemada es el mejor maestro. Luego cualquier advertencia sobre el fuego llega derecho al corazón. Lástima que eso no tenga cura para la tontería.

-Es cierto. – A Pip no le hacía mucha gracia darle al viejo la razón, pero no le quedaba más remedio, porque decía la verdad, el muy puñetero. – Si ahora tuviese delante de mí las piedras, cerraría los ojos y me metería las manos en los bolsillos. Evitando así llevarme un bastonazo en la cabeza.

-¡Bien, es lo que esperaba! – Dita sea, con las ganas que tenía de sacudirle a alguien con motivo...

-Pero me gustaría saber... – empezó a decir Pippin.

-¡Jolín! Si para curar tu curiosidad hay que darte información, vete a la biblioteca de la Comarca. Que me vas a dejar la garganta hecha un cascajo. En fin, ¿qué más quieres saber?

-Los nombres de todas las estrellas y de todos los seres vivientes, y la historia de... – Pippin se rió -.En realidad, solo pensaba en la Sombra Negra. Oí que gritabas “Mensajero de Mordor” ¿Qué era? ¿qué podía hacer en Isengard?

-¿Eso? Ah, nada. Era un Jinete Negro alado, un Nazgûl – respondió Gandalf, El Lavado Con Perlán Que Por Eso Ahora Era Blanco. – Y hubiera podido llevarte a la Torre Oscura.

-Pero no venía por mí ¿verdad que no? – Dijo el Hobbit, con voz de niño pequeño y poniendo ojitos de caramelo. – Quiero decir, no sabía que yo...

-Claro que no, tontito – dijo Gandalf conmovido por los ojos adorables que estaba poniendo el Hobbit. – Hay doscientas leguas o más a vuelo de pájaro desde Barad-dûr a Orthanc y hasta un Nazgûl necesitaría varias horas para recorrer esa distancia, ¡tonto sería si lo hiciera a pie! Pero sin duda Saruman escudriñó la piedra luego de la huída de los Orcos y reveló así muchos pensamientos que quería mantener en secreto. Un mensajero fue enviado entonces con la misión de averiguar que tejemanejes se trae Saruman. Y luego de lo sucedido esta noche, vendrá otro, y muy pronto, no lo dudo. De esta manera, Saruman quedará encerrado en el callejón sin salida en que él mismo se ha metido, repito, por idiota. Sin un solo prisionero que enviar, sin una piedra que le permita ver, y sin la posibilidad de satisfacer las exigencias del amo. Sauron supondrá que pretende retener al prisionero y rehúsa utilizar la piedra. De nada servirá que Saruman le diga la verdad al mensajero. Pues aunque Isengard ha sido destruida, el bobo de Saruman sigue aún en Orthanc, sano y salvo. Y de todas maneras aparecerá como un rebelde. Y sin embargo, si rechazó nuestra ayuda fue para evitar eso mismo. ¿Pero mira que llega a ser tonto!

>>Cómo se las arreglará para salir de este trance, ni imaginarlo puedo. Creo que todavía, mientras siga en Orthanc, tiene poder para resistir a los Nueve Jinetes. Tal vez lo intente, como burro que es. Quizá trate de capturar al Nazgûl o al menos matar a la criatura que usan para cabalgar por el cielo, haciéndolo así que se estrelle de morros contra el suelo en una buena caída.

>>Pero cual será el desenlace de esta especie de Telenovela, y si para bien o para mal, no sabría decirlo. Es posible que los pensamientos del enemigo lleguen confusos o tergiversados a causa del peazo cabreo de él contra Saruman. Quizá Sauron se entere de que yo estuve allá en Orthanc al pie de la escalinata con los Hobbits prendidos a mis faldones y dándole el discurso a Saruman para dejarlo hecho fosfatina. Y que un heredero de Elendil, vivo, estaba también allí, a mi lado. Si Lengua Maloliente de Serpiente no se dejó engañar por la armadura de Rohan, se acordará sin duda de Aragorn y del título que reivindicaba. Eso es lo que más temo. Así pues, no hemos huido para alejarnos de un peligro sino para correr en busca de otro mucho mayor; que narices tiene el asunto, ¿eh? Cada paso de Sombragris te acerca más y más al País de las Sombras, Peregrin Tuk Ojitos de Cachorro de Peluche.

Pippin no respondió, pero se arrebujó en la capa, como sacudido por un escalofrío, ahora si que pensaba que tenía unos ojitos muy lindos si había logrado sacarle tanta información al Barbas. La tierra gris corría veloz a sus pies.

-¡Mira! – dijo Gandalf -. Los Valles del Folde Oeste se abren ante nosotros, Aquí volveremos a tomar el camino del este. Aquella sombra oscura que se ve a lo lejos no es un Nazgûl tendiendo su ropa a lavar, es la embocadura del Valle del Bajo. De este lado quedan Aglarond y las Cavernas Centelleantes De Piedras Brillantes Y Bonitas. Ni se te ocurra preguntarme a mí por estos sitios. Pregúntale a Gimli si volvéis a veros, y por primera vez tendrás una respuesta que te parecerá muy larga, como mi barba. No verás las Cavernas, no al menos en este viaje. Pronto las habremos dejado muy atrás.

-¡Jo, Creía que pensabas detenerte en el Abismo de Helm! – dijo Pippin -. ¿a dónde porras vas ahora?

-A Minas Tirith, antes de que la cerquen los mares de la guerra. ¡No esperarías que fuésemos a la playa!

-Vaale, jo. ¿Y a qué distancia queda?

-Leguas y leguas – respondió Gandalf -. Tres veces más lejos que la morada del Rey Théoden, que queda a, más o menos... – Contó con los dedos -. A más de cien millas de aquí, hacia el este: cien millas a vuelo de mensajero de Mordor, para la próxima vez viajamos en primera clase, que te dan refrescos gratis. Pero el camino de Sombragris es más largo. ¿Quién será más veloz? Hagan sus apuestas...

>>Ahora, seguiremos cabalgando hasta el alba y hasta lo que aguante el caballo, de paso, y aún no s quedan algunas horas. Entonces hasta Sombragris tendrá que descansar en alguna hondonada entre las colinas: en Edoras, espero. ¡Duerme si puedes; y si no puedes te cantaré una nana! Quizá veas las primeras luces del alba sobre los techos de oro de la Cada de Eorl. Y dos días después verás la sombra purpurina del Monte Mindolluin y los muros de la torre de Denethor, blancos en la mañana, y como no soy azafata de turismo no puedo seguir describiéndote las vistas.

>>De prisa, Sombragris. Corre como Anillo que persigue el Gollum, como nunca has corrido hasta ahora, corre como si sintieses una avispa en las posaderas. Hemos llegado a las tierras de tu niñez y aquí conoces todas las piedras. ¡De prisa, que no es broma, jo! ¡Tu ligereza es nuestra esperanza, sobretodo la mía de encontrar pronto el cuarto de baño!

Sombragris sacudió la cabeza y relinchó, como diciendo “Vale tío, lo que tu digas, pero quiero zanahorias en el forraje” y enseguida se lanzó hacia delante. Los cascos relampaguearon contra el suelo; la noche se precipitó sobre él.

Mientras se iba durmiendo poco a poco, inducido por la nana que le cantaba Gandalf, Pippin tuvo una impresión extraña: él y Gandalf, inmóviles como piedras, montaban la estatua de un caballo al galope, en tanto el mundo huía debajo con un rugido al viento.

Y el Hobbit pensó justo antes de dormirse “Esa estatua de caballo luciría preciosa en mi salón...”.


Fin del capitulo.

Espero que os haya gustado XD. PROXIMAMENTE: Sméagol domado (o Sméagol defenestrado XDDD)